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miércoles, 4 de febrero de 2009

UDAIPUR, Rajastán


El contraste entre Ahmedabad y Udaipur es inmenso. Si el infierno, seguramente se parece a Ahmadabad; Udaipur es un pequeño paraíso donde descansar en la India del norte. Estar unos días sin apenas suciedad, tráfico o multitudes, no tiene precio es necesario para no volverse loco.
Nos alojamos en un hostal barato junto al lago pichola, en donde se rodaron algunas escenas de la película de James Bond Octopussy.


Desde el roof top se podía contemplar aquella masa de agua con palacios isleños y un exquisito hotel de lujo, el City Palace, que data del 1754. En la India suelen poner las cafeterías en la planta más alta de los edificios y le suelen llamar roof top. Un punto en donde conocer a otros mochileros mientras se desayuna. Aquí conoceríamos a un holandés, a un francés que daba la vuelta al mundo y a un alemán de nuestra edad con los que viajaríamos a Jaisalmer. El alemán, Stefan (22 ó 23), llevaba meses viajando por la India y se las sabía todas. Había estado trabajando de economista en Shangai y en breves se iría destinado a Tailandia, para después venirse a Barcelona de Erasmus. Envidio a la gente que trabaja y viaja. Además, simepre que salgo al extranjero me encuentro con alemanes, tengo la sensación de que ellos piensan "He nacido en este planeta y se puede llegar a cualquier lugar", mientras que gran parte de los españoles (no todos) piensan "He nacido en España, y todo lo demás es lejano y extraño".
Lo primero que hicimos fue ir a desayunar a una cafetería para la que había que subir seis plantas a pie, desde el que se veía la ciudad y el templo hindú. Puede ver hasta donde alcanza Udaipur, que termina en unas montañas. Una ciudad gana encanto cuando se encuentra en el valle de unas montañas repletas de vegetación. Lo de dormir lo dejaremos para la hora de la siesta aunque estábamos bastante cansados: el viaje en tren había sido agotador aunque al menos, no nos habían atacado los zulús.

El templo hindú, dedicado a Vishnú –Creador, Preservador y Destructor del universo-, estaba construido a base de mármol y numerosas figuras talladas. Las esculturas que decoran los templos se pueden clasificar en cinco tipos diferentes. Por un lado están los dibujos geométricos y florales. Otro tipo de esculturas son las que representan la vida de la corte, como los bailes o la música, así como actividades cotidianas.


Un tercer grupo está compuesto por las figuras de animales, que suelen estar colocadas en las molduras exteriores e inferiores, como para romper la monotonía de las figuras humanas. Las imágenes de dioses y diosas forman el cuarto grupo. Finalmente se encuentran las figuras eróticas.

No se sabe a ciencia cual fue el motivo por el que los templos se decoraron con diversos motivos eróticos. Algunos estudiosos creen que la decoración tenía un motivo educativo: enseñar el Kamasutra a los más jóvenes; para otros, los templos son un homenaje al matrimonio entre Shiva y Parvati. También existe la teoría de que las esculturas representando a amantes servían de protección, ya que ahuyentaban a los malos espíritus y a los rayos.
Un señor que dijo estar estudiando español se ofreció a enseñarnos el templo sin cobrar, porque quería practicar el idioma. Accedimos. Dijo ser pintor y que iba a exponer en el Guggen Heim de Bilbao, casi nos reímos en su cara.
A la salida, un shadu de mirada entrañable nos pedía unas rupias. Le di un par, a cambio de hacerle unas fotos. Supongo que esa es la única vía de ingresos de los shadus: pintarse y vestirse lo más llamativo posible, para que un turista le fotografía a cambio de dinero.



El pintor nos llevó a su estudio de artes, en el que había unos cuantos chicos pintando miniaturas. Eran cuadros a plumilla y acrílico con muchísimos detalles. Figuras planas y de colores vivos. Nos llevó al almacén para enseñarnos cuadros y claro, tuvimos que decirle que nos enseñara aquellos dibujos que esconde. ¡Eran representaciones del Kamasutra! O más bien, me pareció un pretexto para dibujar escenas que rozaban lo pornográfico. Cuando nos despedimos nos pidió un euro, porque decía que coleccionaba monedas…
Nada más salir del local nos topamos con un elefante pintado con colores.









Otra visita obligada es el Palacio de la Ciudad, frente al lago, se levanta descomunal esta residencia de los maharanas.
El palacio está decorado con incrustaciones de espejos, mosaicos con pavos reales y pinturas. Es interesante asomarse por las terrazas y ventanales para obtener buenas vistas al lago Pichola. Tan remanso de paz, queda destruido por un grupo turístico de españoles. Aquellos que visten de manera ridícula con la cámara colgada al cuello y que no paran de hablar gritando. Le hicimos una foto a uno, especialmente odioso.



Callejear por Udaipur es una delicia y cada cinco minutos te puedes encontrar con algo curioso; es lo que hace especial pasear por la India; que nunca será aburrido. Así nos topamos con más elefantes, puestos de especias, un mercado de verduras, peluquerías, teterías minúsculas, algunos músicos, muchas vacas, algún shadu y turistas.











Hacía una semana que no veíamos ninguno y definitivamente habíamos entrado en terreno turístico. Lo que hace que, no sea raro ir en tirantes (en Gujarat jamás me vestí de tirantes), es fácil encontrar lugares para comer, te ofrecen drogas y todos los rickshaws o elefantes te quieren transportar. Por favor, dejarme andar.


Por la noche fuimos a tomar unas cervezas con Stefan y el francés, de cuyo nombre no me acuerdo y me encontré con más españoles, chilenos… Nos encontramos un indio con una camiseta de una maratón de Bilbao y Guillermo se hizo una foto con él. ¿Cómo habrá ido a parar esa camiseta a Udaipur?


Empecé a estornudar, me picaban los ojos y echaba moco líquido. Mi alergia a los ácaros estaba comenzando y me duraría hasta Jaipur. No pillé ni diarrea, ni fiebre ni me rompí nada; pero la alergia me fastidió cuatro días.
Al día siguiente compré un montón de fulares de seda y estuve regateando mientras estornudaba. 200 rupias, aaaachús, 200 rupias y este aaaachús fular, aaaachús, que no que no quiero aaaaachús vestidos, venga 200 aaaachús rupias.
Para ir a Jaisalmer cogimos un autobús con plazas para dormir. En la estación vi la estatuilla de Ganesh más hortera de la India.


El viaje fue horrible, aunque íbamos tumbados, los baches eran muy exagerados y hubiéramos necesitado correas para atarme. A cada bache, mi cuerpo se levantaba entero en el aire y me daba cabezazos contra la pared (mientras estornudaba). Al cabo de unas horas paramos en Jodhpur para cambiar de autobús.
Una vez estábamos en los asientos y habíamos dejado las mochilas, subió un indio muy borracho y nos pidió a cada uno 10 rupias por dejar el equipaje o que si no tendríamos que viajar con él sobre las piernas. Aunque diez rupias no son nada, no nos hizo gracia que nos timara y le dijimos que no, que nosotros ya habíamos pagado todo.
-Entonces tendréis que subir el equipaje con vosotros.
-Vale.
Como no se esperaba que no le fuéramos a pagar, desistió. También le daba pereza volver a sacar las mochilas del maletero.
Rezamos a Ganesh por que el conductor no hubiera bebido.

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