Hablamos de sus viajes, de los míos y como en su habitación venía un mapamundi de serie, le pude explicar cuál fue mi itinerario (no le cuadraba que hubiera pasado por Qatar).
Delante de la resi hay un bar en donde se juntan todos los estudiantes a pimplar cerveza (pivo) al grito de “Nasdravy”. No está mal para empezar.
En poco tiempo descubriríamos que los Erasmus necesitarían una hemodiálisis si no quieren acabar con el hígado para hacer paté. (Padres, no mandéis a vuestros retoños a Chequia).
Pilsen es una ciudad de 165.000 habitantes, famosa por la industria de la cerveza Pilsener que llega a todos los países del mundo. Las Ineses nos fuimos a pasear mientras Carlos tenía clases de checo y antes de meternos en una cafetería para resguardarnos del frío, vimos la Gran sinagoga, la plaza de la Catedral de San Bartolomeo. Esta plaza está rodeada de casas que parecen de juguete, se ven mejor subiendo a la torre de la Catedral (desde la que se divisa toda la ciudad). Callejear también resulta agradable; parques con bancos pintados de colores, pintorescos callejones, etc. Como curiosidades bizarras, la primera es que en todos los días en Plzeñ, no vimos a ningún negro¿?¿?¿ La otra es la afición de los checos por hacer filas (ver en la foto).
En otra ocasión, nuestro Erasmus pelirrojo nos enseñó el enormísimo parque que hay al lado de la residencia y culminamos la visita a Pilsen yendo, como no, a la mítica fábrica de cerveza. Tienen montado como una especie de Eurodisney de la cerveza. Nos dimos un voltio y cuando vimos que la visita turística era bastante cara, nos tiramos de cabeza al bar de la fábrica a hacer “la cata” (litro y medio por barba).
Aquí se hace de noche, y ya se sabe, no hay día en el que no se salga…
En Pilsen se puede encontrar bares tranquilitos, otros de fiestas Erasmus llenas de hormonas y como, no, lugares de Hard Techno (mis respetos a los adoradores de este tipo de música, pero me cuesta un poquitín aguantarlo). Incluyo un video de la discoteca Cartel, aunque no se vea mucho, se escucha.
Pasamos unos días agradables en esta ciudad checa, en la residencia había buen ambiente y una pequeña habitación que no olvidaré, donde los rayos de Sol a través de la ventana nos despertaban, y nos intentaban convencer en vano de que en la próxima deberíamos beber menos cerveza.
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