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sábado, 21 de marzo de 2009

ROMA, Italia



Participantes: Miren (ver Alemania), Chari (estudiante de Publicidad y RRPP de origen argentino) y yo.
Para llegar a Roma tomamos un vuelo a muy buen precio Zaragoza-Roma (Ryanair). Hacía mucho tiempo que no hacía un viaje tan cómodo; salimos a las 12 de la mañana de Zaragoza y llegamos a Roma a las dos. En una ocasión también fui a Milán desde Zaragoza, ya he utilizado casi todos los destinos de este aeropuertito.
Desde el aeropuerto de Ciampino fuimos en autobús a la parada de metro de Termini.
Como lo primero que vi de Roma fue el metro (1€/ trayecto), me llamó la atención que mucha gente iba con gafas de sol. Será que los romanos han desarrollado un sistema de visión de ultrasonidos como los murciélagos para poder ver bien en este lugar subterráneo.
Lo siguiente fue el tráfico. Es un caos tan tremendo que en muchas calles hay que cruzar esquivando a los vehículos, igual que en la India. Según Miren, esto se debe a que las compañías de seguros de Italia dan siempre la razón a los peatones, por eso los conductores deben estar atentos y ceder siempre el paso a los viandantes.

Nos alojamos en el hostal Cherry (10€) en Vía Napoleoni III, un barrio en donde viven muchísimos inmigrantes indios y chinos; por eso la mayoría de las tiendas venden productos exóticos.
Al principio nos llamó la atención la decoración del hotel bastante hortera. Un cuadro con una bufanda del Atleti, edredones de leopardo, un papá Noel en la Pared, o un cuadro de Van Gogh imprimido en blanco y negro, producían bastante comentarios hacia el mobiliario por parte de los huéspedes. Como dice Miren “cuando nada pega, todo pega”.
El desayuno (está incluido) lo ponía un filipino que vivía en la habitación contigua. De vez en cuando nos ofrecía, no con mucha insistencia, “buscar la verdad” uniéndonos a los testigos de Jehová. Nuestras compañeras de habitación Sylvia y Agnieszka (¡como yo!) eran dos polacas que hablaban español y con las que haríamos buenas migas. La primera noche, mi tocaya aterrizó sobre su maleta cuando volvía al hostal a las tantas. Fue una caída bastante graciosa.
Salimos a pasear por esta ciudad museo y a cada paso nos encontramos algo importante, por ejemplo, en seguida nos encontramos con una plaza en la que parecía que cuatro vecinos se habían retado a ver quién construía el edificio más grande.


Nos paramos en la basílica de Santa María Maggiore, cerca de nuestro hostal. Dicen que tiene el campanario más alto de Roma. Nos hizo gracia que tuviera confesionarios que indicaban el idioma en el que puedas hablar de tus pecados.


El primer día no hicimos mucho, nos acostamos pronto para ir al Vaticano, visita que narro en la entrada Ciudad del Vaticano. Sólo nos llevó una mañana verlo, así que tras zamparnos unos bocatas en la plaza de San Pedro, nos pusimos a caminar en busca de la plaza Navona. Nos desviamos de camino (nunca se me dieron bien los mapas) y nos encontramos sin querer a todos los monumentos, plazas y edificios emblemáticos de Roma, excepto la plaza Navona.


En primer lugar, nada más salir del Vaticano, el Castel de Sant' Angelo. Una inmensa fortaleza del 139 d.C., que debe su nombre a la estatua del arcángel San Miguel que nos vigila desde el tejado. Aquí había muchos vendedores indios de postales, figuritas,etc. De repente todos se pusieron a correr, cada uno en una dirección, en el momento en el que vino la policía (carabinnieri).


Desde aquí cruzamos el río Tiber por el puente de Sant Angelo, cubierto de mármol contiene cinco arcadas y diez ángeles diferentes. Tanto angelito, nos entró sueño, así que probamos un cappuccino en un bar lleno de curas.
Ya con fuerzas cargadas iniciamos un gran caminata.

-¿Aiba que es eso tan grande?
-No sé, saca la guía, rápido.

Esta conversación se repite a menudo en Roma, por ejemplo ahora que nos habíamos tropezado con una mole de mármol con forma de tarta de matrimonio.
Se trata de un monumento a Vittorio Manuel (el primer rey de la Italia unificada) y relativamente nuevo, del año 1911.



Ha sido bastante criticado porque al ser blanco desentona con los edificios colindantes color ocre y por eso le llaman “tarta”, “máquina de escribir” o incluso “Olivetti”.
Más adelante topamos con el Foro Romano. Observé con tristeza cómo un grupo de chicas españolas pasaban cantando Melendi y sin mirar, ni siquiera de reojo, a esta maravilla del Imperio Romano.



Lo que ellas se perdieron fue los restos del centro de la vida política, comercial y judicial de la antigua Roma. Hasta hace tres siglos –momento en el que comenzaron las excavaciones arqueológicas- el arco de Septimio Severo y las columnas del templo de Saturno se encontraban enterradas.
Desde lo alto de la colina del Foro se divisa el famoso Coliseo, así que anduvimos en dirección a él. ¿Mapas para qué?


El Coliseo, rodeado de hombres disfrazados de centuriones, no decepciona. Es el mayor anfiteatro de la ciudad y fue mandado construir por Vespasiano en el año 72 d.C. Aquí se daban luchas a muerte entre gladiadores y animales salvajes como leones, cebras, elefantes e hipopótamos.
El arco de la fotografía de abajo se encuentra junto al Coliseo commemora la victoria tras tres años de Constantino sobre su rival Majencio (312 d.C).






Como teníamos ya los pies como escalopes nos fuimos “a casa”. Bueno, eso es lo que pretendíamos pero mientras caminábamos en busca de una parada de metro, nos paramos en la Fontana di Trevi, algo que no esperábamos que estuviera entre callejuelas. La mayor fuente de Roma se completó en 1762, las figuras centrales son Neptuno y dos tritones a cada uno de sus lados.
Aquí siempre hay muchísima gente y si te quedas quieto 10 minutos, al menos dos grupos de turistas te pedirán que les saques una foto.


Le pregutamos a una pareja por una parada de metro y nos indicó cómo ir a la Piazza Spagna. ¡Vaya, eso es de lo poco que nos queda por ver en Roma!
Al día siguiente comenzamos nuestras andanzas en esta plaza porque la habíamos visto de noche y cansadas y ahora la queríamos apreciar de día.



Muchos caballos esperaban para dar paseos a turistas y una masa de hinchas de un equipo de rugby se congregaba para beber birras (cerveza en italiano). Los había de todas las edades, incluso abuelas, que habían venido desde Reino Unido para ver jugar a su equipo favorito.



Muy cerca, atravesando las calle de Via del Babuino se llega a la Plaza del Popolo, con un obelisco y dos iglesias gemelas: Santa Maria dei Miracoli y Santa Maria di Montesano. También estaba abarrotada de aficionados al rugby. Nos subimos al mirador del parque Borghese a contemplar las vistas de la ciudad, mientras disfrutábamos de una cerveza Peroni (la más barata).
Seguimos bordeando el río Tiber, nos paramos a contemplar el Palacio de Justicia.



Por fin hallamos la Plaza Navona. Decenas de artistas se congregan para pintar coloridos cuadros, realizar caricaturas a los turistas o quedarse quieto disfrazado de estatua de bronce. Antiguamente fue el estadio de Domiciano, por eso tiene forma oval. Lo más destacable es el obelisco de la Fontana dei Fiumi (delante de la Iglesia de Sant’ Agnese), que representa a través de cuatro gigantes a los cuatro grandes ríos entonces conocidos: Ganges, Danubio, Nilo y De la Plata. No sé si a las gentes del siglo XVII les hiciera mucha gracia esta construcción, pues se financió mediante altísimos impuestos sobre el pan y otros productos básicos.


No hay que dejar de ver el Panteón, junto a la Plaza Navona; el templo mejor conservado de Roma. La palabra panteón significa “templo de todos los dioses” y parece que éstos se han dedicado a conservarlo para que siga estando como en la época de la Roma antigua. La altura y la anchura de la cúpula son idénticos: 43,3m. El agujero de parte superior conforma la única iluminación del panteón; debemos esta maravilla de la ingeniería romana al emperador Adriano. Además aquí se encuentran las sepulturas de Rafael y las de los reyes de la Italia moderna, entre otros.


Esa noche salimos con las polacas Sylvia y Agnieszka a tomar birras en el Campo di Fiori: una plaza abarrotada de bares y gente con ganas de fiesta. Ellas hablan español y saben expresiones como “Tengo una rresaca trremenda” o “Joderr, tío qué bonito”. Nos contaron alguna anécdota polaca como cuando sus país entró en la Unión Europea. Por entonces un fontanero (hidraúlico, como lo llaman ellas) dijo haberse forrado trabajando en Reino Unido. Su imagen la utilizaron para promocionar la incursión de Polonia a la Unión Europea, pero mis amigas lo encontraban bastante ridículo. Sobre todo, porque Agnieszka lo había conocido en una fiesta (él era invitado a todas las fiestas) y comprobó que además de ser muy inculto, no hablaba ningún idioma a parte de polaco, “¡él no nos representa!”.


Al día siguiente estábamos bastante espesas y nos echamos una siesta en un antiguo nicho romano; tras zamparnos nuestro chorizo, jamón y calamares en su tinta traídos de casa. Ostia Antica, es el primer asentamiento romano, a unos kilómetros de Roma. Sólo es necesario un ticket de metro para llegar hasta aquí (entrada 3€ para estudiantes). En tiempos de la República, Ostia era el principal puerto comercial de Roma y una base militar para defender su costa.¡Ojo, cierra a las cinco!



También hicimos “una ruta tranquila” por Roma. Nos tumbamos en la isla del Tiber, que está unida al Trastevere por el Puete Cestio. En la actualidad la isla tiene un hospital y una iglesia, San Bartolomé.
En su parte más baja, hay una pared inclinada, perfectamente echa para tumbarse y seguir echando la siesta. Por alguna razón había un barco hecho añicos, que tenía pinta de llevar bastante tiempo ignorado.



Otro lugar tranquilo es el Circo Máximo. Ahora lo único que queda de él es una enorme explanada en la que se puede observar la forma original que tuvo en su día, pero no se puede apreciar ni una ruina en pie. Al menos es bonito.


Para abaratar costes, la última noche la hicimos en el aeropuerto. Se nos unió un japonés muy majo, Masato. Se rió cuando le conté mi anécdota con Naruhito, el príncipe heredero de Japón.
Masato estaba viajado sólo y como buen japonés, nos hizo algunas fotos. Dice que puede que salgamos en un periódico japonés. ¡Toma!
Como hacía un frío del carajo en el aeropuerto, no nos podíamos dormir y Miren y yo nos dimos un paseo (¡a las 3 de la mañana!) viendo los aviones aparcados y hablando de nuestras cosicas. Estábamos completamente solas. (Chari y Masato dormían dentro).

Me alegro de haber visitado la capital del Imperio Romano, una ciudad con un abrumador legado histórico, cuyos paseos por sus calles son como caminar dentro de un libro de historia.
¡Arrivederci Roma!


11 comentarios:

Anónimo dijo...

lindo elefante! y que lindo recuerdo de la peli Amelie!
me gusta tu blog! es ágil y tiene humor.
saludos
marian

Alejandra Garcia dijo...

Que foto más chula y original! Es verdad me recuerda a la peli de Amelie!!!! me encanta!!!

Ines_tables dijo...

La mascotita se llama Ganesh y la adopté en Bombay. Es el dios de la suerte hindú, por eso me viene bien que me acompañe. Además no paga billetes de avión o tren y no le importa dormir en cualquier parte.
:-)

Ines_tables dijo...

Gran peli, la de Amelie por cierto.

Anónimo dijo...

¿que tal va el concurso del blog señorita?

Moyarco dijo...

¡Qué ganas tengo de ir a Roma!
El foro parece impresionante.
¿Cuántos días has estado? ¿cuánto se necesita para ver bien la ciudad, sin dejarse nada?

El próximo viaje ¿Dónde?

Un saludo.

Ines_tables dijo...

Fui a Roma del 12 al 17 pero me sobraron días.
Yo creo que Vaticano una mañana y Roma el resto del día y dos días más.
Vamos, que en tres días pateando es factible.
El próximo? Estambul el 8 de abril. ¡Qué ganas!

damian dijo...

Un saludo ines y suerte mañana con lo de los blogs....italia...quizás por suerte o desgracia seamos los mas parecidos en europa...bueno mediterraneos...griegos y rumanos...que son latinos entre eslavos....en fin suerte y ya me contaras si ganaste.....

marc dijo...

Un abrazo muy fuerte! Y adelante! :) Tu blog sigue siendo chulísimo!!!!!

LauMel dijo...

Hola, me llamo Laura, y he econtrado tu blog en google.
Me encanta viajar y si pudiera lo haría tantas veces como tú o más, por eso me gusta tu blog ya que puede servir como guia de viaje.
Yo también he ido a Roma, aunque no pude estar mucho tiempo porque fui en crucero y aunque visitamos varias ciudades del mediterraneo, solo nos permitían permanecer un día en cada una. Pero a pesar de mi corta estancia, me encantó.
Te recomiendo que visites Venezuela (Caracas) y Colombia (Bogotá).

PEDROHUELVA dijo...

Amiga mía, lamento que 5 días te parecieran mucho para Roma.
Yo me enamore de esas mágicas piedras y ya voy por la cuarta visita y me faltan siempre horas.

magnifico relato.

si me permites, te seguiré en tus andanzas mundanas. ( en el mejor sentido)