Llegamos a Delhi a las dos de la madrugada y nos encontramos con la imagen más impactante del viaje. Cientos de personas dormían en el suelo de la estación y sus alrededores ocupando una extensa superficie de cuerpos tumbados. Familias enteras, bebés, ancianos, gente de todas las edades dormían esperando que el día siguiente sea mejor, no sé si con muchas esperanzas.
Teníamos que pasar entre ellos con las mochilas a cuestas, pero a veces el espacio entre una persona y otras era tan reducido que no podíamos evitar pisar parte de su ropa. Si alguien hubiera tenido en esos momentos una cámara, podría haber sacado una foto burdamente simbólica: cuatro intrusos del Primer Mundo pasan por encima de cientos de indios, que no se apartan de nosotros por falta de espacio.
Conseguimos salir de la estación y nos esperaban muchos taxistas, por lo que se armo un follón. Todos deseaban llevarnos, pero sólo uno podría hacerlo. En fin, estaba cansada y hambrienta para más discusiones.
Al taxista ganador le dijimos que nos llevara a Connaught Place, el centro de Nueva Delhi que recientemente había sufrido un atentado con treinta muertos. Colocaron en un artefacto bajo un rickshaw.
"El rickshaw voló por los aires por el impacto de la explosión y vi cuerpos volando en todas las direcciones", describió Roshan Lal, un testigo en el mercado Ghaffar.
Pasamos por amplias avenidas con edificaciones coloniales y algunos rascacielos. Me dio la impresión de que Delhi no representa a la India, al menos no lo hace la parte nueva; tan cuidada y llena de zonas verdes. Me imagino a los dirigentes de otros países, que al visitar únicamente el Taj Mahal y Nueva Delhi, se deben llevar una idea muy equivocada de la India como “una de las mayores potencias económicas del mundo”, (seguro que no vienen en tren).
Llegamos al Asian Hotel y, tras negociar un rato, nos dieron una habitación para los cuatro bastante barata. Se rieron de mí cuando pedí algo para cenar. “¡Pero si son las dos!”. Vaya…
Al día siguiente me desperté con el hambre más voraz y nos fuimos a una deliciosa cafetería inglesa. Casi me sentó hasta mal tomarme un café y una madalena tan inmensos. Tras este gran desayuno fuimos a comprar los billetes de avión Katmandú-Benarés y Benarés-Bombay para ir a Nepal por tierra, pero volver por avión. La página de Indian Airlines daba problemas para comprar, así que nos fuimos a sus oficinas en el centro de Nueva Delhi. Aire acondicionado, empleadas con bonitos uniformes de saris rojos, sofás, qué elegante… Hasta que aparecieron dos ratas tamaño cobaya corriendo por el rodapié; seguimos en la India.
Como esa misma tarde teníamos el tren a Benarés, no tuvimos mucho tiempo para visitar esta ciudad de 11 millones y medio de habitantes. Pero sí que vimos la zona residencial de los embajadores, la Puerta de la India rodeada de jardines –construida en memoria de los soldados indios que murieron en la Primera Guerra Mundial, el Palacio Presidencial (de pasada, porque no dejan aparcar en el recinto), parte de Vieja Delhi y el Templo Sij. Tuvimos la suerte de que nuestro conductor de taxi profesaba la religión sij y nos invitó a enseñarnos el templo.
Resumiendo, los sij se reconocen fácilmente por sus enormes turbantes característicos y suelen tener algo más de dinero que los hindús. Como su colocación no es fácil, existen "los peluqueros de tela", que ponen los turbantes a sus clientes a cambio de unas rupias. En estos turbantes esconden una gran mata de pelo, cosa que deduzco por sus artículos de fe o sus cinco K:
-Kesh: pelo largo sin cortar
-Khanga: un pequeño peinje de madera para recogerse el pelo.
-Kara: un brazalete metálico.
-Kacha: ropa interior de algodón.
-Kirpan: una daga pequeña.
Además, nuestro simpático taxista sij, nos mostró la cocina del templo sij, que da de comer a más de mil personas al día gratis. Algo que dice mucho de esta religión.
Tanto ver señoras amasando chapatis y druidas removiendo ollas, nos entró hambre y fuimos a probar las delicias del Mc Donalds -por curiosidad, fue la única vez en el viaje, lo prometo-. Estos establecimientos de comida rápida son diferentes en cada país, amoldándose en parte a las costumbres culinarias. Entre que los hinduistas no comen carne de vaca y los musulmanes rechazan al cerdo, a ver qué nos dan. Pedimos un Chicken Maharajá Mac Menú y sabía a la India, a especias varias.
Aquí terminó nuestra breve visita a la capital India, una ciudad en la que los contrastes de la India son mucho mayores. Una Delhi residencial de amplias avenidas frente a la vieja Delhi, bulliciosa y febril, esforzándose por sobrevivir.
2 comentarios:
Me gusto mucho leer sus experiencias, hasta me imagino en sus historias, felicidades. Escribo de Torreón, Coah. MEXICO
CLAUDIA SAMAGO
Que linda experiencia la de tu viaje, me encantarìa tener la dicha de poder viajar a la india,me agrada su cultura sus tradiciones,siento que es un pais lleno de misticismo y humildad. Saludos desde Venezuela.Andrea Diaz
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