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lunes, 24 de noviembre de 2008

DOHA, Qatar



Mi viaje a Qatar comenzó en la India. Teníamos el vuelo a las cuatro de la mañana de Bombay (Mumbay) a Londres, incluyenbdo una escala en Qatar: 450€ i/v con Qatar Airways. Se pueden encontrar vuelos bastante baratos con esta aerolínea. La vuelta la compré con una escala de duración suficiente para ver la ciudad, porque me parecía una oportunidad única para visitar tan curioso país del Golfo.

Fuimos muy pronto al aeropuerto de Bombay, aproximadamente a las 11 de la noche y el policía de la entrada no nos quería dejar hasta tres horas antes del vuelo. Esperar en la calle hubiera sido un suplicio porque estaba llena de gente rodeándonos y estábamos cansados. Al final, tras discutir un buen rato con este señor armado con metralleta, conseguimos entrar.
Nos tumbamos en una sala de espera y vino un guardia de seguridad a decirnos que nos vayamos. ¿Qué pasa? Aquí nadie explicaba nada.
Después, un buen señor me señaló una mochila abandonada y me dijo que a lo mejor era una bomba. Más tarde vendría un astronauta a enfrentarse a la tan temida mochila y sacaría calcetines sudados de ella.



Una vez en el avión, que estaba lleno, nosotras dos éramos las únicas mujeres y nosotros cuatro éramos los únicos occidentales entre los pasajeros. Todos los viajeros eran indios que, a tenor de la cara de pánico, no habían volado en su vida. Además apenas llevaban equipaje y no sabían leer. Esto lo dedujimos porque en los asientos hay una pantallita para ver películas, jugar a videojuegos, etc, y ellos se limitaban a mover la flechita del ratón con el dedo.
Cuando llegamos a Qatar nos dimos cuenta de lo que pasaba. Sólo un 20% de la población es de origen catarí; el resto viene de Irán, países norteafricanos y la India, los cuales trabajan en aquellos empleos que los ricos catarís no quieren. Entonces les sale mejor pagar un vuelo a cada inmigrante para que trabajen en la construcción con un sueldo mísero (unos 100€ al mes) pero muy alto respecto a su país de nacimiento. Estábamos en un avión de esclavos modernos.

Llegamos a Doha, la capital de Qatar hacia las seis de la mañana. Al salir del avión se me empañaron las gafas, ¿cómo puede hacer tantísimo calor a estas horas?
Inmediatamente fuimos a hacer el visado porque solo teníamos seis horas de escala.
Para ello fuimos a la oficina de inmigración y nos pusimos a la cola que iba muy rápida. En mi turno me atendió una mujer con velo negro y un relleno en la coronilla. No es justo vestir una prenda que te tapa por completo y de color negro aunque sea sólo por lo que se debe sufrir a estas temepraturas tan elevadas.

Me pidió el pasaporte y la tarjeta VISA. La pasó por el cacharrico y ¡Pum!, sello. Ya estaba hecho, sin rellenar ningún formulario ni nada. Creo que me cobró 11€.
A la salida había una zona de limusinas y otra de taxis. Me entraron unas ganas tremendas de circular por este emirato con una limusina. Pregunté lo que costaba; 20€ por persona, no me pareció tan caro.
Al final tomamos un taxi con un irlandés que viajaba solo dando la vuelta al mundo y, entre los cinco, nos costó todo el recorrido 7 $ por persona (cuatro o cinco horas). En España el taxi es mucho más caro. Entonces, si éste es el país con el mayor PIB, ¿cómo es que sale tan barato viajar en taxi? Lo que ocurre es que los combustibles son muy baratos. Las reservas de petróleo se descubrieron en la década de 1940, lo que revolucionó por completo la economía del país.
Cuando queríamos, le decíamos al taxista que parara para hacer fotos, por cierto, el conductor era de Sri Lanka. Mi cámara definitivamente se había enfadado conmigo por hacerle sufrir tantos cambios de temperatura; no volvería a funcionar hasta llegar a Budapest. Pero subiré más fotos en cuanto me las pasen, hay que revelarlas.
Primero fuimos al Corniche, al paseo marítimo de Doha desde el que se ve el Skyline de rascacielos. Pero menos de lo que me pensaba, porque una niebla de arena enturbia bastante la visión. Además aquí se encuentra la famosa escultura de la ostra.


"La perla de Qatar" es uno de sus lemas, pues este emirato fue un gran productor de perlas en el pasado. También hicimos un tour por los hoteles de lujo, como el Sheraton o el Hilton. Lo siguiente a lo que nos llevó nuestro colega esrilanqués fue a un parque de atracciones abandonado. Norias, una montaña rusa y demás atracciones cubiertas de arena. En realidad no nos llevó ahí por interés turístico sino porque cerca estaba la urbanización "La perla de Qatar" pero no nos dejaron entrar. Se trata de una superconstrucción de lujo extremo en obras (se estima que el proyecto concluirá en 2012). Por lo que me dijeron, estaban haciendo una reconstrucción de Venecia -en un país desértico-, aunque esa información no la encontrado por ningún sitio. Aquí hay demasiado dinero, y cualquier proyecto que se proponga, por muy extravagante que sea, se lleva a cabo. Mirad The World o las Palmeras de Dubai, si queréis antecedentes.

Siguiente parada, el estadio. Una futurista edificación para los juegos de Asia de 2006. Qatar se ha hecho mundialmente conocido por sus acontecimientos deportivos, como el Mundial de Moto GP o el Open de Tenis; además en 2006 se celebraron los Juegos de Asia en el espectacular estadio Khalifa. Fijaos en su torre olímpica, ¡mide 318 metros de altura!
Como curiosidad, su mascota fue un Oryx llamado Orry, una especie de antílope con dos grandes cuernos anillados. Este animal común en Qatar es símbolo a su vez de la compañía aérea qatarí. Aún puede verse a Orry por la ciudad en forma de estatuas.
Además, el 2 de diciembre de 2010 Qatar fue seleccionado país sede del Mundial de Futbol de 2022, lo que lo convertirá en el país mas pequeño en albergar dicho evento y será el primer Mundial de Futbol a realizarse en Oriente Medio.

Pero a pesar de este despliegue por convertirse en un futuro centro de ocio, Doha conserva su tradición en el Zoco de halcones, pues la cetrería es un hobby habitual de los qatarís.

Por el camino íbamos viendo los chalets catarís, siempre utilizando el azul y el blanco. Andrés, como buen estudiante de arquitectura, no podía parar de analizar las casas y llegó a rozar un estado de indignación por el horterismo qatarí. Por mi parte, me lo estaba pasando en grande con el paisaje; no creo que todo el mundo tenga que compartir las mismas normas estéticas, porque si no el mundo sería muy aburrido. De todos modos, he de decir que en Doha han sabido combinar el estilo islámico con la arquitectura moderna, el ejemplo lo tenemos en el Museo de Arte Islámico del arquitecto I.M Pei; una estructura piramidal en una isla creada por el hombre que contiene manuscritos, cerámicas y joyas del mundo árabe. ¡Costó 300 millones de dólares edificarlo!



Guillermo se dormía en el taxi (llevamos muchas horas sin dormir), y Asun disfrutaba de la música que ponía el taxista.
Paramos en un centro comercial con un Carrefour. Una construcción cubierta con aire acondicionado a tope y pintado por dentro como si fuera un pueblo europeo y una cúpula con cielo y nubes. Parecia Eurodisney.


Muchas señoras vestidas con un niqab, el velo negro que cubre todo menos los ojos, paseaban por el centro comercial. En cambio, las tiendas de ropa eran muy occidentales, como Zara, Mango, H&M, etc. Incluso vendían minifaldas. Por otra parte, Qatar es más moderno que otros países cercanos como Arabia Saudí o Kuwait; goza de libertad de expresión y de prensa –aquí se encuentra la sede de Al-Yazira, la televisión árabe más vista-. Las mujeres pueden votar, trabajar o conducir. Pero siguen llevando el niqaab que tan poco me gusta. Se trata de una prenda negra que cubre hasta la rodilla, dejando a la vista solamente los ojos.
Al ser extanjera nadie me dijo nada sobre mi vestimenta (obviamente yo no llevaba un niqaab en el equipaje), fue suficiente con llevar los hombros y las piernas cubiertos, pero cada vez que me crucé con una mujer, me pregunté qué pensaría ella de mí.

Volviendo al centro comercial y como curiosidad, en el centro había una plaza con una fuente. De repente no nos entendíamos hablando.

-¡Pero que pasa aquí, aquí, aquí...?
-¡Aiba, que movida, ida, ida, ida...?
-¡Hay eco, eco, eco, eco, eco, eco, eco!

Efectivamente, era una plaza con eco artificial; algo que habían conseguido mediante un sistema de grabadoras y amplificadores. Al lado de esta plaza hay una pista de patinaje sobre hielo (recordemos que aquí se alcanzan temperaturas de más de 40º). Como veis, saben cómo combatir el calor. El clima es seco, por eso aunque las temperaturas sean muy altas, son más fáciles de soportar que en las zonas con humedad.
Dejamos el Carrefour y fuimos a parar en una granja de camellos y cabras. Nuestro taxista nos llevó ahí para saludar a sus amiguetes, pues vale.
Tras atravesar unas calles un poco cochambrosas (¡Vaya, no todo es lujo aquí!), llegamos a un mercadillo, el Zoco Wakif, que ha sido reconstruido según su imagen a principios de siglo XX, cuando era el lugar de encuentro entre beduinos comerciantes.
Volvimos al pequeño aeropuerto. Visita al Duty Free, que venden cartones baratísimos de Marlboro, a 1€ el paquete.



Me alegro de haber conocido, aunque sea de una forma fugaz, este pequeño país, al que no creo que vuelva a tener ocasión de visitar.

3 comentarios:

damian dijo...

Un saludo ines...por poco no te pilla lo de bombay,un saludo y de vez en cuando sigo leyendo tu blog...envidia sana,bueno que disfrutes del viaje

Ines_tables dijo...

Damian, no puedo entrar a tu espacio no sé por qué. No te quejes que tú has estado en un lugar inalcanzable para la mayoría.
envidia sana, también, si es que existe!

Ricardo Hernández Pereira dijo...

Muy ilustrativo tu post, gracias por compartir tus viajes con el mundo