Lo dicho, cogimos un tren y en más o menos una hora, estábamos en Bratislava. Lo primero que visitamos fue el Castillo de Bratislava, símbolo de la ciudad. Nos sorprendió no ver a ningún turista, hasta que llegamos a lo más alto, en donde una masa de guiris hacían fotos a un cartel que daba la bienvenida al Euro en el 2009. (Reconozco que yo también soy un guiri...)
Después, en el casco viejo y bonito, nos tropezábamos una y otra vez con los ruidosonumerosos packs de japos y espaniolos; en cambio, eslovacos había pocos. Más tarde nos dimos cuenta, de que los nativos salen de sus guaridas a las siete de la tarde, quizá para evitar ser atropellado por flashes y guías de esas que no paran de hablar a cada monumento.
Seguimos callejeando por la bonita y empedregada ciudad. Vimos el ayuntamiento, curiosas esculturas en la calle y la iglesia azul, símbolo Art Nuveau, que parece estar hecha a broma.
Lo mejor fue el castillo de Devin, situado en lo alto de una colina, con vistas al punto de confluencia del río Danubio y del río Moraría, que forman la frontera con Austria. Está solamente a 13 Km. de la ciudad.
El Castillo de Devín se ha convertido en una ruina histórica desde año 1809, cuando lo hizo saltar en pedazos el ejército napoleónico.
Un bonito sitio para terminar la visita (con un día es suficiente), hacerse las fotos de la boda y quedarse mirando al horizonte, intentando vislumbrar a la cercana Viena.
Ganesh está nostálgico.
2 comentarios:
Cuanto tiempo...q tal tu viaje...veo que bien
pequeña, desconocida y bonita...
un besito!
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